viernes, 3 de enero de 2014

Mi nueva vecina...

Salía del gimnasio. Había dejado atrás un duro día en la oficina y  mi única intención era llegar a casa y desconectar.
En el ascensor me encontré a la nueva vecina. Un saludo breve y típica conversación… Nada me hacía presagiar lo que me ocurriría varios días después.



Era sábado por la mañana y sonó el timbre de mi puerta. Al abrir me la encontré. Me vino a pedir ayuda para poner un par de apliques y mover las típicas cajas de la mudanza. No tenía otra cosa que hacer y decidí ayudarla aunque me pareció algo descarado por su parte, la verdad.
Taladradora por aquí, taco por allá… Sujeta esto, mueve la caja... En fin, la mañana pasó mientras charlábamos y nos reíamos.
Recibí una llamada y tenía que irme. Al comentárselo me dí cuenta de su gesto. Lo estábamos pasando bien.

No le di mayor importancia hasta que esa misma noche volvió a sonar el timbre. De nuevo, mi vecina. Esta vez no era para nada de bricolaje. Me invitaba a cenar en agradecimiento a la ayuda recibida y “no acepto un no por respuesta”. Así que, acepté la invitación.

La mesa puesta, velas encendidas y una suave música de fondo. No pude  ocultar mi sorpresa. Mi rostro debía ser un poema explícito. Me tomó de la mano y me indicó donde debía sentarme.
En mí, una mezcla de nerviosismo y deseo.

 

La cena discurrió entre risas y conversación desenfadada. Al final, desapareció momentáneamente hasta que la vi regresar con dos copas y una botella de Champagne.  Nos sentamos en el sillín y brindamos. Sus ojos me atravesaban… Era previsible… Entre su atrevimiento y mis ganas…, nuestros labios se rozaron. Nos abrazamos y noté su boca recorriendo mis labios y sus manos abriendo mi camisa, botón a botón. Las mías acariciaban su rostro, comenzado a descender sobre su espalda…
El tacto suave de su jersey de lana… y el roce de sus senos contra mi pecho… 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me gusta saber que has estado aquí...